sábado, 3 de septiembre de 2022

En memoria de Trinidad Ortega Capitas, nuestra Antoñita

“Señor, humildemente postrada en tu presencia, pero con la mayor confianza, me atrevo a suplicarte: que, cuando me vea rodeada de mis niños, me acuerde de que ellos son los HIJOS más puros del Padre, que ellos son tus POBRES de espíritu más predilectos, los templos más limpios del Espíritu Santo, la ALEGRÍA de sus padres, la ESPERANZA de la Iglesia, y la primavera de un mundo mejor…”

Querida Antoñita:

Cada vez que recemos a partir de ahora esta oración del catequista, este texto tan verdadero y tan entrañable que don Enrique nos dejó como regalo durante su longeva estancia entre nosotros, tendremos en mente tu imagen, tu figura recta y delgada, con las manos entrelazadas, la cabeza ligeramente ladeada, y todo tu rostro transido de fe y emoción ante la presencia viva y cierta de Jesús en el Sagrario. Ese sagrario en el que te sentías tan a gusto, y en el que hacías tu explicación inicial cada fin de semana antes de empezar la catequesis con tus niños…

Tus niños han sido el motor de tu vida, tanto en el colegio como en esta parroquia, donde tanto amor has regalado, y donde has sido tan generosa. Has sido madre sin parir, y maestra de las asignaturas de la fe, el amor a Dios, y los valores cristianos. Cada fin de semana, cual gallina seguida por sus polluelos, recorrías estas naves de la iglesia, explicando el significado de la pila bautismal, las estaciones del viacrucis, el milagro de la consagración en el altar, o el sacramento del perdón en esa casita de madera llamada confesionario… Y los niños, tus niños, durante muchos años han aprendido de tu mano el amor a Dios, siempre con un mensaje de disciplina amorosa, o de amor disciplinado.

Porque esa ha sido otra de tus muchas virtudes. Que has sido siempre, tanto en la catequesis como en tu trabajo como maestra en el colegio, instructora de valores, esos valores de honestidad, disciplina y trabajo bien hecho que tanto echamos en falta en estos últimos tiempos. Por eso has sido siempre muy querida, y muy valorada por los padres, que buscaban en ti una educación como las de antaño para sus hijos, con una combinación perfecta entre la rectitud, el amor a las cosas bien hechas, y un trato cariñoso hacia los niños, para los que siempre serás su querida maestra Antoñita.

Tu enfermedad, larga y dolorosa, te ha puesto a prueba, durante muchos años, y sin apenas darte tregua ni respiro. Pero gracias a tu fe, firme y sin fisuras, has sabido ofrecer tu sufrimiento al Señor para ayudarle en su redención del mundo, una actitud que solo se puede esperar de personas como tú, llenas de Dios, con una fe inquebrantable, y un amor al prójimo inmenso e infinito. Aún recordamos algunas de tus catequesis, en las que explicabas a los niños que en esta vida nacíamos con un pasaporte, y que teníamos que irlo llenando con los sellos de las buenas obras, para asegurarnos un cachito de cielo… El tuyo, tu pasaporte, está lleno, querida Antoñita, y aunque tu cuerpo sigue aquí entre nosotros, estamos seguros que tu camino al cielo ha sido rápido, por una autopista sin peaje, y tu alma está ya junto a Él, ese Jesús del que tanto has hablado, y que siempre ha sido tu modelo y guía.

Hoy nuestro corazón está triste por tu marcha, demasiado pronto quizá para los que te queremos. Pero el Señor siempre sabe lo que hace, y escribe a veces con renglones torcidos. Seguramente necesitaba alguien allí arriba para enseñar las cosas de su Padre a los angelitos subidos al cielo de forma prematura, que no han tenido la oportunidad de aprenderlas aquí en la tierra. Y ahí estarás tú, para contarles los milagros de Jesús, sus parábolas, y enseñarles a leer la Biblia, y a escribir oraciones con buena letra y sin faltas de ortografía…

Nuestro pueblo, tu colegio, el Isabel Esquivel, y nuestra parroquia, pierden hoy a una maestra con mayúsculas, pero ganan un modelo de vida, y el recuerdo y el ejemplo de una discípula de Jesús, que supo seguir como nadie sus enseñanzas. Tu camino de santidad, ese que nos has mostrado a pequeños y mayores, no quedará en el olvido, y seguirás enseñándonos desde lo alto a seguir el camino que Dios ha escogido para nosotros, y a ser luz en el mundo.

Querida Antoñita, gracias por tanto amor, de parte del pueblo de Mairena, de tu parroquia y de todos tus compañeros, para los que siempre seguirás viva en el recuerdo. Descansa en paz, y cuida de nosotros desde el cielo.


[Acción de Gracias leída en el funeral el día 3 de septiembre de 2022. Autora: Mª de Gracia Ortega Seda]