viernes, 11 de marzo de 2016

Evangelio del domingo: Este es el tiempo de la misericordia

...“El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Los escribas y fariseos quieren poner a Jesús en aprietos Si perdona, va contra la ley judía; si aprueba la condena de muerte, se contradice a sí mismo y va contra la autoridad romana, la única capaz de condenar a muerte. Así que, ni cortos ni perezosos, llevan a la mujer adúltera y la ponen en medio del corro acusándola ante Jesús y todos los presentes. Jesús les dice que comience a tirar la primera piedra el que de ellos se encuentre sin pecado.

Hoy día seguimos condenando, somos jueces implacables de los demás. Los males, decimos, son muchos, pero los culpables son los otros, o las estructuras... No queremos reconocer que todos somos corresponsables, por acción o por omisión, del mal y de la injusticia que sufre nuestro mundo. Esto se llama hipocresía.

Hay quien dice que Jesús cuando escribía con el dedo en el suelo (por dos veces) estaba señalando los nombres de los acusadores, que se convertirían de este modo en acusados. Creo que no es éste el estilo de Jesús. Quizá lo único que pretendía era dar tiempo para suscitar la reflexión y hacerles caer en su incongruencia. Tal vez escribía el nombre de los muchos pecados que habían cometido…. Jesús les invita al examen personal de conciencia para que reconozcan también la hipocresía social que condena a la mujer. Desenmascarados, van saliendo de uno en uno.

La mirada misericordiosa de Jesús. Cuando todos se habían ido y quedó Jesús con sus discípulos y la mujer en medio del corro. Jesús se levantó de nuevo para pronunciar ahora una palabra de misericordia. No disculpa ciertamente la acción que ha cometido esta mujer, pero hace valer para ella la gracia y no el rigor de la justicia. Ellos y la adúltera necesitan cambiar. Pero de momento Jesús ha conseguido que una adúltera no sea condenada por otros pecadores.

El texto es perfectamente inteligible en clave de hijo mayor e hijo menor de la parábola de Lucas del domingo pasado. Tanto uno como otro tienen algo en que cambiar, los que cumplen la Ley de Dios y los que no la cumplen. Más aún, los que la cumplen no tienen ningún derecho a recriminar ni a condenar a los que no la cumplen.

La palabra y la mirada tierna y misericordiosa de Jesús es la que salva y levanta a la mujer pecadora de su postración. Sólo el Señor es capaz de reconstruir a la persona por dentro para convertirla en nueva criatura. Sólo Jesús puede cambiar la orientación de nuestra vida para que podamos cantar que "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres".

Extraído de http://www.betania.es/
José María Martín OSA