viernes, 30 de noviembre de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO: La esperanza cristiana nos pone en camino.


El texto del evangelio de hoy es un texto difícil, nos narra en lenguaje apocalíptico la venida del Hijo del Hombre, para ello llama la atención del lector mediante la descripción de acontecimientos catastróficos que tratan de anunciar la importancia de lo que a estos acompaña: la venida del Mesías. Lucas nos hablaba de la segunda venida de Jesús: lo que llamamos la Parusía. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz y en ella todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).
También nosotros, como los hombres de los tiempos de Jesús vivimos rodeados de angustia y miedos, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas” sino por las crisis económicas, la falta de pan y trabajo, la frustración ante tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso del amor de Dios y su justicia en el corazón del ser humano. Los discípulos de Jesús tenemos las mismas causas de angustia que los no creyentes; la fe no nos libera de ellas, pero cultivamos
una virtud: la esperanza, una esperanza en las promesas del Dios liberador que nos permite descubrirlo liberando en el drama de la historia.
El adviento, que iniciamos hoy, nos invita a avivar nuestra actitud de vigilancia para descubrir ese “Cristo que viene” en las situaciones actuales y afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz. Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los ídolos de la vida para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. Tendemos a olvidarnos de la esperanza sino la alimentamos en la oración y en ella tratamos de discernir sus huellas en las señales del tiempo. Es desde nuestro estar atentos a los signos de Dios y nuestro querer ser signos del amor de Dios desde donde la Esperanza va creciendo y se hace creíble, posible, para nosotros y para muchos otros.
Vivamos este nuevo adviento como un tiempo de preparación, de espera, fijos los ojos en la esperanza de Jesús, esperemos la venida del Reino de Dios. No con los brazos cruzados, esperar con esperanza la segunda venida de Cristo no nos puede hacer ciegos a la situación de dos tercios del mundo, de los mil millones de personas que viven con un dólar diario, el 40% de la humanidad sin empleo; sino que es nuestro compromiso, decidido y diario, por la transformación del mundo lo que hace que seamos adviento, esperanza, buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros… Es a través de las opciones que hacemos cada día como nos preparamos para el encuentro misterioso, aunque lleno de esperanza, con el Hijo del Hombre.
El Reino de Dios y su Justicia, es misterio que está por venir pero aún pendiente de consumación está ya actuando en la historia, es esta historia la que se configura por lo absoluto, lo completo, lo definitivo…, en la medida en que es informada y conformada salvíficamente, por tanto la esperanza cristiana trata de estar vigilante para descubrir y aceptar la presencia operativa del Reino de Dios y su Justicia en medio de nosotros, para mantenernos firmes en la opción por los valores del Reino, para que nuestra existencia no discurra al margen del seguimiento de Jesús. Si este mundo no ha de ser destruido, sino reconstruido hasta que se ajuste a las exigencias de la soberanía divina, la esperanza cristiana no puede ser mera espera, tensa o relajada, está llamada a ser esperanza militante y responsable para que este mundo, y no otro, sea transformado, liberado, salvado, redimido según los planes de Dios manifestados en Jesús de Nazareth.

ELENA GASCÓN
Extraído de Dabar. Año XXXIX – Número 1 – Ciclo C – 2 de Diciembre de 2012