domingo, 3 de marzo de 2013

TERCER DOMINGO DE CUARESMA: EN SU ECUADOR.

En la vida siempre me he movido por una opción realista. Al conocer a Jesucristo, así lo considero yo personalmente, también lo considero una persona realista.
Jesucristo deja muy claro que este mundo no cambiará sin que nosotros cambiemos. Y de ahí su reiterada y contundente llamada a la conversión, al cambio de vida.
La realidad es como es y no como quisiéramos que fuera.
A Jesucristo no se le iba por alto que muchos de los que se agolpaban para escucharle y hasta estrujarlo, cuando se daban media vuelta, las palabras que Jesucristo les había dirigido le entraban por un oído y le salían por el otro sin hacerle mella alguna.
Y no hay que irse muy lejos porque esta es la experiencia, hablo de mi persona, que yo por desgracia he tenido en muchas ocasiones.
Las personas no reaccionaban como era el deseo de Jesucristo. Y Él va a insistir antes que sea tarde.
De la parábola del Evangelio de hoy, la de la higuera plantada en medio de la viña, me atrae y conmueve la postura del encargado de la viña. El propietario tiene una clave simplemente económica. La higuera ocupa un sitio y no echa frutos, pues a arrancarla toca. ¿Anda que si con nosotros nuestros padres y profesores y mayores hubieran procedido de esta manera? Yo nunca tiré la toalla por nadie porque nunca la han tirado conmigo empezando por Dios.
Pero el agricultor tiene una maravillosa idea, una reacción inesperada. Podría haber dicho: ¡Pues bien a arrancarla y un trabajo menos! Pero no, fue genial y le dijo al propietario de la viña, al manchonero de turno, ¿Por qué no dejarla todavía? Yo la he vistto crecer, la he cuidado y no la quiero ver morir. ¡Pues esto es lo que hay que hacer con las personas. Las hemos visto crecer, las hemos cuidado y no las podemos dejar morir.
Y en este punto me acuerdo de Trini, la madre de Domingo y Remedios que vivían en la Barriada junto a la capilla, como luchó aquella mujer, con escasos recursos de todo tipo, para no ver morir a sus hijos. Me acuerdo de la vez que le facilité todo lo necesario para ir a ver a su hijo que estaba en la cárcel. ¡Cómo se aprendió todos los horarios, autobuses y trámites para verle semanalmente!
Pues ahí está. Jesucristo es nuestro agricultor que nos dedica todo el fruto de su tiempo, nos mima con sumo cuidado, porque no nos quiere ver morir. Espera de nosotros el que demos fruto de vida, de amor y justicia.
Somos nosotros los que decidimos nuestra suerte final. Y hay personas que necesitan mucho afecto y cariño para no perderse en la vida. Jesucristo ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
En la Iglesia, en cada pequeña comunidad parroquial, en la que además de celebrar cultos y tener catequesis y hermandades y multitud de instituciones, algunas de las cuales son un estorbo, lo que no puede faltar son discípulos de Jesucristos con la actitud del viñador: ¡No arranques la higuera, no tires la toalla con esta persona. Vamos a darle mucho cuidado y cariño y esperemos que de fruto! ¿Acaso no tenemos esta experiencia en nuestra vida con determinadas personas ante temas como las toxicomanías y el alcoholismo u otras adiciones?
Nos falta un corazón nuevo, una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesucristo.
¡Jesucristo como el encargado de la viña no se cansa de cuidar de nosotros!
Vamos a mandar a la puñeta de una vez la imagen e idea de un Dios inquisidor que hace que muchas personas vivan abrumadas, con conciencia culpable.
Jesucristo nunca pide un fruto que no podamos dar, no nos pide imposibles. Y tiene siempre una tierna paciencia. Jesucristo siempre está dispuesto a darnos una nueva oportunidad y sigue confiando en nosotros, en cada uno de nosotros por mucha calamidad que hayamos sido o seamos aún.
Jesucristo quiere vernos crecer y que demos lo mejor que llevamos dentro, sin miedo al riesgo, sin quedarnos en la mediocridad por costumbre, pereza o rutina.
En mi caso, y es una pregunta que propongo: ¿Cuánto tendrá que esperar Jesucristo para ver el fruto?
Jesucristo nos acompañará siempre con cariño, paciencia y dedicación y nos garantiza el triunfo final, a pesar de las dificultades del camino de la vida.
Un saludo amigo.