Creo que el mayor empeño de Jesucristo fue que tuviéramos una experiencia gozosa de Dios. Todo se centra en manifestarnos que el Dios de los cristianos, de los que somos sus discípulos, es un Dios-Padre con todo lo que supone esta realidad.
Y hay que reconocer, que por parte de muchos y con mucha frecuencia, se ha anulado esta imagen... de Dios y ha sido sustituida por un amo insensible ajeno a nuestra realidad vital y social. ¡Nos ha lucido el cambio muy negativamente!
Hay que estar bien despiertos, física y mentalmente, para escuchar y ver a Jesucristo en las personas y acontecimientos de nuestra realidad cotidiana.
El discípulo de Jesucristo no puede huir del mundo, de las personas y de la realidad. Al contrario, seguir a Jesucristo nos impulsa a encontrarnos con las personas, a las que consideramos hermanos.
La falsa espiritualidad aleja de la realidad. La espiritualidad cristiana auténtica nos impulsa para afrontar en toda profundidad el mensaje, el camino y la causa de Jesucristo.
Y para ello hay que vencer la tentación de una religión con una falsa espiritualidad, que con bellos pretextos, lo que quiere justificar es nuestra comodidad, nuestro egoísmo, nuestra insolidaridad y nuestra huida de la realidad.
Siempre, ahora también y más en esta Cuaresma, lo decisivo a nivel personal es contemplar a Jesucristo, escucharlo, aprender su estilo y su Evangelio, vivirlo y comunicarlo.
¿Qué hago por conocer mejor en mi vida y hacer vida el mensaje de Jesucristo? ¿Escucho la voz de Jesucristo en cada persona y en los acontecimientos de cada día? ¿Yo me siento, por muy complicada que haya sido o esté siendo mi vida, el hijo amado de Dios?
Es un error muy grave para la vida cristiana dar más importancia a las leyes, al templo, al culto, a las imágenes, a los santos a quienes consideran representaciones de Dios, a las tradiciones.
Hay que tenerlo muy clarito, lo determinante y fundamental en la vida cristiana es que Jesucristo, y solo Jesucristo, sea el motor de nuestra vida. Y solamente Jesucristo, nuestro máximo bien, transforma nuestra vida. Y es que solamente el BIEN transforma.
En nuestra vida de discípulo de Jesucristo hay que evitar la tentación del más simpático y espontáneo de los Apóstoles, el apóstol Pedro, al sugerirle a Jesucristo que había que quedarse en la montaña y huir de la realidad. Lo único que nos está permitido es descansar y recobrar fuerzas, pero no huir con miedo y desesperanza. No es actitud cristiana en absoluto. Cogemos fuerza y volvemos a la carga con las energías renovadas para cambiar nuestra vida y proponer el Evangelio, con toda libertad y respeto a quien quiera acogerlo. Nunca nada de imposición. Conmigo que no cuente para "pescar" a alguien. Eso es sectario.
Hoy nos tenemos que quedar con la sugerencia de Dios en este relato: "Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle". Esta es la primera actitud de los discípulos de Jesucristo y que nos lleva a tener la misma actitud con todas las personas, con una opción preferencial por quienes no son escuchados por nadie.
No es suficiente con escuchar a Jesucristo y su Evangelio de forma rutinaria, distraída y gastada, sin deseo alguno de escuchar. Y no basta tampoco una escucha para entender exclusivamente. Hace falta llegar al corazón.
Y luego, aunque no estéis de acuerdo conmigo, diré siempre que es donde el corazón nos lleve! Es la clave de la vida cristiana.
Un saludo amigo.