viernes, 2 de noviembre de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO: 'Ama y haz lo que quieras' S. Agustín


¿Por qué ha de ser distinto el amor a Dios y a los hermanos? Comprendo que en su tiempo Jesús debiera “añadir” el segundo mandamiento. Desde que Moisés condujo a un grupo numeroso de hebreos por el desierto hasta que consiguió que fueran un pueblo, el Señor Dios aglutina a los hombres bajo el mandato al amor a un único Dios.
La tradición judía pone a prueba a Jesús pues no ve claro en sus actuaciones hacia la gente la supremacía de Dios en su vida.
Jesús siempre vivió y actuó por Amor al Padre, que no es lo mismo que vivir y actuar y amar a Dios; por eso él tenía muy claro en su corazón que vivir por y para el amor de Dios va intrínsecamente unido al amor a los hombres, pues... ¿qué es Dios sino amor derramado?
Los hombres y mujeres de todos los tiempos han amado y siguen amando a Dios, pero como algo complementario a sus vidas. Algo externo a ellos que los consuela y reconforta con una mejor vida a su lado. ¿Cómo si no podrían soportar esta vida terrena llena de dolor, soledad, injusticias e incomprensión?
Jesús “amplía” la Ley de Israel: “El primer mandamiento de todos es: `Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas´. Y el segundo es: `Ama a tu prójimo como a ti mismo´. Ningún mandamiento es más importante que éstos.”
Amar a Dios y al hermano es lo mismo o no es Amor, y eso “vale más que todos los holocaustos y que todos los sacrificios que se queman en el altar”. Porque amar a Dios como una parte de la vida es idolatría: Amo porque vivo desde y para Dios; así todas mis expresiones religiosas cobran sentido, no pudiendo separarlas del resto de mi propio vivir y mi relación con los demás.
Si cuando digo Amor no digo Dios, y cuando digo Dios no digo Amor, ¿qué clase de discípulo soy? ¿qué tipo de cristiano? El compromiso con el mundo y el amor fraterno ¿pueden ser parcelas o dimensiones distintas a mi ser seguidor de Cristo?
Si podemos vivir y experimentar la relación personal con Dios en la oración y el silencio, en los acontecimientos de mi vida y en los hermanos que atraviesan mi vida, los dos mandamientos de Jesús se hacen uno, inseparable y consustancial. Si no he de preguntarme por mi experiencia de Dios, por mi oración y por los ojos y oídos que no le pongo al mundo y a mi vida.
Jesús tuvo ojos y oídos y una gran e inigualable experiencia de Dios desde su humanidad.
El camino del discípulo no es fácil, Jesús lo sabía porque lo vivió en sus carnes; pero él como nadie supo responder al AMOR.
Pidamos su acompañamiento, su Palabra y su presencia en nuestras vidas para que, con la fuerza de su Espíritu, lleguemos a ser los amantes que Dios desea que seamos.

Extraído del nº 57 de DABAR
4 noviembre 2012
CONCHA MORATA
concha@dabar.net