viernes, 11 de diciembre de 2015

Tercer domingo de adviento: "Alegría"

Tercer domingo de Adviento: domingo de alegría. Ya estamos en puertas de la Navidad. Y sin embargo el que parece ser el asunto central del evangelio de hoy no nos ilumina en este sentido:
- ¿Y nosotros qué hacemos?
Una duda constante y que se repite idéntica desde que las personas tuvieron conciencia: ¿Y yo qué hago?
No es una pregunta cualquiera. Ante toda circunstancia nos la estamos planteando, de continuo. ¿Qué hago con mi vida? ¿Qué hago con los problemas de mi familia? ¿Qué hago: voy o vengo? ¿Qué hago con mis errores? ¿Qué hago con el dolor que veo a mi lado? ¿Qué hago...? ¿Pongo o dejo? ¿Qué puedo hacer...? La duda es constante, y nos causa más desazón e intranquilidad que alegría.
Todos nos hacemos las mismas preguntas. Si se es una persona religiosa o se tiene conciencia de solidaridad la perspectiva se abrirá más amplia: ¿Qué hago con el sufrimiento ajeno? ¿Qué puedo hacer por los problemas del prójimo? ¿Qué hago por el pobre, por el triste, por el desamparado...?
Juan lo tiene claro y nos ofrece unas cuantas buenas respuestas: sé justo, sé compasivo, sé caritativo, pórtate con nobleza, no abuses de tu condición... Sin embargo tampoco encontramos alegría en esas respuestas, como mucho hallamos obligación y responsabilidad que podemos llevar de buen grado siendo conscientes de nuestro compromiso.
Pero, ¿donde está la alegría? Y es el mismo Juan quien nos lo está advirtiendo: Ojo, que yo os aviso y apelo a vuestra conciencia -nos insiste-, pero el que ha de venir os hará remover de vuestra comodidad. Con Espíritu y fuego. Al pronto casi suena terrible más que alegre, pero los cristianos ya conocemos la verdadera respuesta aunque nos resistamos a verla: alégrate porque Él ya está aquí, lo tenemos entre nosotros. Ha venido como el guerrero que reina en nosotros, la ciudad que tanto ama. No hemos de temer, nos conforta la profecía. Alegrémonos y que se nos note, nos exhorta Pablo. No hemos de preocuparnos.
-¿Y entonces, qué hacemos?, nos volvemos a preguntar. Pero en esta ocasión ya no nos agobia la pregunta ni tememos el compromiso de la respuesta.
Nos lo ha contestado Pablo: Estad alegres en Cristo Jesús. Vivid en la alegría que da el fuego su amor. Poneos en sus manos, entregaos a Él y a su paz. Ya no hay que sufrir dudas, en el bautismo de su espíritu encontramos la alegría de la paz que nos conforta. Y es de aquí de donde ha de brotar la justicia, la compasión, la nobleza y la paz a la que nos llama Juan.
Adviento. Ya viene. Volvemos a conmemorar su venida. Nos disponemos a recibirlo. Lo sabemos con nosotros. Lo sentimos cerca. Lo tenemos cerca. Démonos a él y él se derramará en nosotros.
Preparemos nuestra alegría para celebrar la Navidad. Ya podemos pasear sin recelo entre los escaparates luminosos, rojos, dorados, al son de los villancicos sin tener remordimientos de ver tanto sufrimiento. Ya estamos más cerca de conocer la importancia y el poder que la alegría tiene en la vida del cristiano.
CONCHA MORATA
Extraído de DABAR Año XLII – Número 4 – Ciclo C – 13 de diciembre de 2015