sábado, 29 de noviembre de 2014

1er Domingo de Adviento: No sea que venga inesperadamente…

Muy, pero que muy clarito. El evangelio de hoy nos deja bien advertidos de lo que nos puede pasar. Pero, tercos nosotros, no aprendemos...
El amo se va de viaje. Deja su casa en manos de sus criados, y encarga a cada uno su tarea. Y al portero velando. Pero no dice cuándo piensa volver. Y por eso hay que estar diligentes, cumpliendo el trabajo encomendado. No sea que vuelva el amo y pille al personal de juerga.
Seguro que todos recordamos esos momentos de la infancia en que la profesora se ausentaba del aula dejando dicho que siguiéramos trabajando sin alborotar. Bastaba con que saliera por la puerta para que,
al punto, aquello se convirtiera en una batalla campal. Alguien vigilaba el pasillo y daba la alerta para que, al volver la profesora, el tumulto se apagara y nos encontraran a todas sentadas, muy formalitas. Aunque no siempre funcionaba; nos pillaban y se nos caía el pelo. Con la lectura de hoy, recuerdo aquellos momentos, en los que la diversión máxima estaba en jalear como la que más, y conseguir ser la primera en sentarse y callar, para librarse de la regañina. Es obvio que la conducta de los que aún creen en que volverá el amo y valorará el comportamiento de cada cual se parece más al de mi clase cuando nos quedábamos solas que al que recomienda Jesús; si por algo velábamos era para que no nos pescaran en falta…
La tarea que se nos encomienda es laboriosa, más no imposible. Cuidar al enfermo, acoger al peregrino, animar al cautivo, alimentar al hambriento… Trasladado a nuestras circunstancias actuales tiene mucho que ver con ser honrados, honestos, agradecidos, cumplidores de nuestra obligación y generosos. Valorar lo que se nos regala y atesorar la oportunidad de ganarnos lo demás. Y guardar como oro en paño la amistad, el honor y las promesas. Beethoven lo dijo muy bien: “Hacer todo el bien posible, amar la libertad por encima de todo, y, aún cuando fuera por un trono, nunca renunciar a la verdad”
Jesús nos encarga a cada uno descubrir cuáles son nuestros puntos fuertes, y trabajar para ponerlos en valor y que den mucho fruto al servicio de todos. Y eso es tarea de toda la vida. Y en eso nos tiene que encontrar cuando vuelva y nos pida cuentas.
Pero, me temo que si viniera ahora, se encontraría un panorama muy distinto. Nos vería corriendo de acá para allá como almas desaforadas, en pos de algo que no sabemos muy bien qué es. Temerosos de darnos a conocer y de conocernos, no sea que intimemos y nos encariñemos con personas que luego nos necesiten y nos comprometan. Trabajando superficialmente, no por amor a lo bien hecho. Con nuestro honor en venta y nuestra reputación a subasta; los ojos fijos en una pantallita y las manos ocupadas en cacharros que nos impiden dar la mano a nuestros hijos. Inquietos por los dineros más que por hacer cosas buenas. Sin tiempo para reclamar justicia, ni para saborear nada.
Queda confiar en que, ante este panorama, tenga nuestro Padre del Cielo ganas de buscar a ese hombre justo que nos salve a todos. Si cada cual nos proponemos ser esa persona, mejoraría todo bastante. Vale que nuestro mundo es muy complicado, lo hemos hecho así. Pero creo que es el momento de pensar que cualquier día vuelve el amo, y sería fantástico que nos encontrara amándonos los unos a los otros como Él nos ama.

Extraído de DABAR 29 de noviembre de 2014
A. GONZALO