Nos cuesta admitir que con tanta frecuencia los profetas clamen justicia, pavor, destrucción…¡Vergüenza! Pero la realidad supera cada día la ignominia. El pecado del que a veces poco hablamos, tanto personal como social y estructural es una realidad con la que hay que contar cada mañana si no queremos vernos defraudados y echemos la culpa a Dios. Mil veces vivida la historia olvidamos nuestras raíces y vuelve a engañarnos la serpiente primordial que leíamos el día de la Inmaculada.
Por eso resulta necesaria y gratificante la voz del profeta anunciando la presencia del Señor en medio del fracaso. “Viene en persona, resarcirá, os salvará” (v 4b). Y es toda la naturaleza la que se transforma en un paraíso (vv 1.2).
¿No estamos asistiendo a uno de estos oráculos de esperanza con la llegada del papa Francisco? Una sonrisa que se expande como la aurora o la primavera, que moviliza a las gentes para encontrarlo y hasta los enfermos y los niños de pecho forman parte de la alegría, los cantos… y la esperanza. Pena y aflicción se alejarán…Ojalá…!
Extraído de DABAR Año XL – Número 4 – Ciclo A – 15 de Diciembre de 2013
TOMÁS RAMÍREZ