Es mi experiencia. Siempre se lo digo a los jóvenes que
tengo en el Instituto. Creo que a esa edad el corazón no se ha maleado aún. Pueden
ser irresponsables, ingenuos, atrevidos, ignorantes, pero no son malos. Cuando
los jóvenes me tienden su mano y me dan un abrazo no tengo duda alguna que son
muy, pero que muy, sinceros.... No hay doblez en sus vidas, no hay mentira.
Siempre les digo en las clases que el más malo que hay allí
soy yo, que ellos son más puros, limpios y sinceros.
Y me da igual que alguien piense que estoy en el limbo o en
lo alto de un guindo. ¡Y no es que no tenga ya experiencia en el tema!
La vida se estropea, la personal y la de los demás, cuando
el dinero se sitúa como un fin y no como un medio. Y esto no entra aún en el
corazón de los jóvenes que suelen ser muy generosos con sus vida y sus bienes.
Somos los mayores quienes solemos estropearlos con nuestros consejitos para que
se espabilen. Y lo que hacemos es torcerlos, malearlos. ¡No siempre!
El Evangelio de este domingo siempre me ha dado pie para
esta afirmación. ¡Qué suerte tuvo aquella mujer de encontrarse con Jesús! ¿Y
nosotros somos conscientes de la suerte que hemos tenido?
A la mujer, aquellos viejos, ya la habían condenado. Ahora
querían que Jesús hiciera lo mismo. Pues fueron por lana y salieron escardados.
¡Qué peligrosas son las personas religiosas legalistas y minuciosas! Se saben
la letra grande y la menudilla. "La Ley de Moisés nos manda apedrear a las
adúlteras. Tú ¿qué dices?".
Los fariseos y los escribas iban a por todas. Dijera lo que dijera
Jesús lo tenían pillado. Al menos, eso es lo que creían ellos.
¿Pero cómo va a ser la última Palabra de Dios una muerte a
pedradas para una hija suya?
De una religión que fuera esto me borro de inmediato.
La mujer tiene la suerte de que la lleven ante Jesús. Yo
creo que los acusadores también tiene suerte. Jesús les enfrenta con su
conciencia. Jesús les responde desde su experiencia de la misericordia de Dios:
aquella mujer y sus acusadores, todos ellos, están necesitados del perdón de
Dios. ¡Todos estamos necesitados del perdón de Dios!
Jesús hace un giro muy interesante. Los viejos escribas y
fariseos, también los jóvenes, porque debe pasar como con los jóvenes
eclesiásticos que les encanta los cuellos altos y las sotanas para lucirse,
debe enfrentarse con sus propios pecados.
Pero ni por eso. Y entonces es cuando Jesús, un poco
cabreado y hasta los.........de aquel personal lanza una frase memorable. Yo la
modifico, aunque alguien se escandalice: "El que tenga cojones de ustedes
para decirme que está sin pecado que le tire a esta mujer la primera piedra!
Vamos ahí está el montón de piedras. Venga empezad".
¿Quiénes somos nosotros para condenar a muerte, o a una
muerte en vida, para señalar a alguien con el dedo o con la lengua viperina a
nadie, olvidando nuestros propios pecados y nuestra necesidad de perdón y
misericordia?
Y, empezando por los más viejos, los más asquerosos y
pecadores, siguiendo por los menos viejos que a lo mejor fueron convencidos por
éstos, se fueron con el "rabo entre las piernas".
Jesús deja muy claro que la pena de muerte no puede tener la
última palabra sobre la vida de una persona, sobre un ser humano. Y es que
Jesús lo dice muy claro: "Yo no he venido para juzgar al mundo sino para
salvarlo"
Aquello debió ser grandioso, porque al final solo quedan el
misericordioso y la miserable. La mujer aún no se ha movido de su sitio. Y
Jesús tampoco.
La mujer necesita oir una última palabra antes de marcharse,
después de tanta alboroto. "Tampoco yo te condeno. Vete en paz y, en
adelante, no peques más"
El perdón de Dios no anula la responsabilidad, sino que
exige conversión. Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y
viva.
Jesús se ha jugado el tipo, hasta que se juegue la vida
entera.
Hay que empezar por examinar la propia conciencia y conducta
antes de tirar piedra contra los demás. ¿Pienso que soy mejor que los demás?
¿Tiendo a ver lo negativo de los demás?
Los más viejos, los que funcionan bien en la vida, son los
que tienen más experiencia de las fragilidades humanas y no son tan severos.
Suelen ser más indulgentes. No todos, ya que los hay insoportables y con los
años son más severos con los demás, con los jóvenes, y más manga ancha con
ellos
¡Mujer qué suerte la tuya! ¡Nosotros qué suerte la nuestra
de habernos encontrado con alguien que nos perdona siempre y nos invita a una vida
auténtica!
Nadie puede condenar a nadie, y el único que puede hacerlo
siempre, que es Dios. perdona siempre.
¿Aceptamos esta novedad de Dios manifestada en Jesús? Yo
creo que no y creo que algunos no estarán de acuerdo con mi planteamiento. ¡Lo
siento!
No acabamos de creernos que Dios es Padre/Madre, que es amor
incondicional, que no ha venido a condenar, que ante Él somos sus hijos
queridos.
Y un detallito, ¿por qué no le llevaron también a Jesús al
hombre que pillaron in fraganti con esta mujer? Ay, Ay, que siempre pierden
las mismas.
Un saludo amigo.