lunes, 11 de marzo de 2013
En el cuarto domingo de cuaresma: Parábola del padre bueno.
Para hablar de Dios, del Dios revelado en Jesucristo, antes hay que hablar con Jesucristo de Dios y que nos presente a su Padre. ¿Cómo se puede hablar, con el Evangelio en la mano, de un Dios amenazador y exigente? Si nos hablaran de nuestros padres, me refiero a los biológicos, y nos dieran una imagen que no se correspondiera con la realidad que hemos vivido con ellos, creo que inmediatamente protestaríamos con ardor. ¿Por qué algunos nos han presentado a un Dios que nos hace la vida más fastidiosa, incomoda y peligrosa?
Ante esta situación, están los que abiertamente han abandonado la fe cristiana considerándola cuentitis de otras épocas. Y están los que no saben si creen o no creen. Y esto sí que es grave.
Siempre he sentido una predilección por el Evangelio de San Lucas. Y una de las múltiples razones de esta predilección radica en esta parábola de la misericordia que considero la "joya del Evangelio de Jesucristo".
No tengo duda alguna sobre lo que comparto con vosotros. El verdadero protagonista de esta bella historia no es el hijo, ni el menor ni el mayor, sino el Padre.
A este "Padre" de esta parábola no le preocupa ni su honor, ni sus intereses, ni el trato que le dan sus hijos. Lo que de verdad le interesa es la vida de sus hijos, sobre todo de su hijo. No quiere que su hijo destruya su vida, que se muera en vida, que viva perdido sin conocer la inmensa alegría de esta vida aún con todo lo puñetera que es. ¡En ocasiones una carga tremendamente pesada!
¡Este Padre es una maravilla! Permite que su hijo se vaya de la casa con la parte de la herencia que aún no le corresponde. No se lo impide. Es un Padre que deja libertad a su hijo aunque no esté preparado para usar esa libertad con responsabilidad y madurez.
¡Este es nuestro Dios!. Respetuoso con nuestra libertad. ¿Quiénes somos nosotros, para en nombre de Dios, cercenar la libertad de las personas? ¡Qué miedo me da cuando alguien alza la voz diciendo: "En nombre de Dios te...."! ¿Será en nombre de su voluntad y ansias de dominio? Dios respeta siempre mi libertad, aunque no esté capacitado para usarla, no tenga la debida madurez y esto me traiga consecuencias negativas.
Y El hijo conocía bien al Padre. ¿Conocemos nosotros a Padre Dios? Se marchó e hizo su vida. Y esta vida empezó a deteriorarse fuera de la casa paterna. Aunque siempre en la vida no es así. He conocido quien ha hecho su vida digna fuera de la casa de sus padres porque estos eran unos auténticos dictadores.
Pero en este hijo ocurre que siente añoranza de su casa y de su Padre. Siente necesidad de la dignidad, del cariño, de la alegría desinteresada, de la confianza, de la solidaridad que le ofrecía su Padre.
Con todo, fue el hambre, que debe ser muy mala aunque yo nunca la he sentido, al menos hambre de alimentos, hambre de otras realidades si, digo que fue el hambre la que motivó el arrepentimiento. Hambre física, ya que se conformaba con comerse unas algarrobas; pero también hambre de recuperar su dignidad e identidad perdidas.
Pero lo determinante no es ni siquiera el hambre, hay quien la pasa y no se ha decidido a volver, lo determinante es que conoce bien a su Padre. ¡Aquí está la clave!
Conoce a su padre y sabe, que por mucho que se haya alejado y sea grave la faena que le ha hecho, nunca podrá llegar tan lejos que no le alcance su acogida y su amor. Este hijo sabe que siempre tendrá un padre que le recibirá con los brazos y el corazón abiertos.
¡Y así fue! En cuanto lo vio venir, porque probablemente todas las tardes antes de cerrar la puerta de su casa se asomaría al camino por si le veía venir, echó a correr. ¡No es el hijo el que vuelve a casa! ¡Es el Padre el que sale corriendo! Y busca el abrazo y los besos con más ardor que su mismo hijo.
Y así creo que está siempre el Dios del que nos ha hablado Jesucristo: con los brazos abiertos hacia quienes volvemos, aunque hayamos perdido la dignidad y la salud, hacia Él.
Y el hijo comienza su confesión. Lo lleva muy bien preparado. Pero el Padre le ahorra esta humillación. No se parece a algunos confesores que humillan con tantas preguntas a modo de tribunal de la Inquisición. No le impone castigo alguno, ningún rito de expiación, no le pone condición alguna para acogerlo en su casa. ¡Qué diferencias con nuestras penitencias tan rigoristas.
¡El Padre solo piensa en la dignidad de su hijo! Y hay que recuperarlo del todo. Entonces le organiza una fiesta de acogida.
¡Así es Dios con nosotros cuando volvemos de verdad, y así, si somos coherentes y tenemos dignidad, tenemos que ser con nuestros hermanos cuando nos hayan ofendido!
Vestido, anillo, sandalias y el mejor ternero para celebrarlo. Y quien no lo entienda, que hay que comprenderlo, debe tener un problema. Esta parábola fuera del Evangelio no se entiende en absoluto. Seguirá caminado por la vida con una imagen que nada tiene que ver con el Dios revelado en Jesucristo.
¡Saberse amado y perdonado incondicionalmente capacita para perdonar y amar!
¿Acojo este amor que Dios me brinda cuando vuelvo á El con sinceridad?
"Si el hijo hace mal. la madre no se indigna, se apena. Si el hijo vuelve, la madre no perdona, se lleva una alegría" ( J.E. Galarreta)
Y tenemos tan buen Padre, Padre Dios, que busca a todos. A los que nunca rompieron un plato en la vida y a los que hemos roto todos los días media docena.
Lo malo de los que se creen buenos es que no aman, no tienen corazón capaz de compartir.
¿Se puede alguien sentir indignado cuando uno predica estas cosas de Dios? Pues sí, señores, los hay quienes dicen que esta religión es de plastilina y muy fácil y que predicamos un Dios muy blandito, maricomplejines.
O puede ser que hay muchos que quieren ver a Dios con si fuera el Fiscal Jefe del Estado.
Esta es la BUENA NOTICIA de esta semana: QUE ASÍ ES DIOS, COMO EL PADRE AMOROSO DE ESTA MARAVILLOSA PARÁBOLA. ¡Y una gran suerte que no se parezca en nada al hermano mayor de la misma!
¿Entraríamos nosotros en la fiesta o nos resistiríamos a no entrar?
Como he tenido que volver tantas veces de esta manera a Dios, en la fiesta de mis hermanos que vuelven yo entraría con mi mejor traje. ¿Entramos?.
Un saludo amigo.