Háblenos de su infancia y de sus primeros años.
Nací el 28 de septiembre de 1982 en Écija, en el seno de una familia cristiana de la que soy el menor de tres hermanos. En mi familia es donde nació mi vocación, pues mis padres, al educarme humanamente, pensaron también en la faceta espiritual y religiosa de mi vida.
¿Estuvo vinculado en esos primeros años a alguna parroquia, hermandad o movimiento?
Efectivamente, junto a la formación recibida en el ámbito familiar, estuve muy integrado en la parroquia a la que pertenecía, Santa María Nuestra Señora de Écija; y fui hermano de la Hermandad de la Sagrada Mortaja, en concreto formando parte de su grupo joven; una hermandad especialmente vinculada a esta parroquia y su párroco.
Estos vínculos han sido esenciales en mi formación cristiana, que luego llevé a la práctica primero como monaguillo en la parroquia durante muchos años, y después como catequista de Confirmación, o como miembro del grupo joven de la hermandad, donde había grupos de oración, adoración al Santísimo y retiros, o participando como un joven más en otras actividades.
Sí quiero destacar el papel que en mi formación y en la de otros jóvenes tuvo mi párroco, que ha estado al frente de la parroquia durante cincuenta años y que ha promovido de manera importante las vocaciones en Écija. De hecho, tanto de la parroquia como de la hermandad, hay actualmente cuatro seminaristas, tres en Sevilla y uno en Córdoba.
¿En esos primeros años es cuando empieza a sentir la llamada a su vocación?
Siendo adolescente, en torno a la época de mi entrada en el instituto, es cuando empiezo a sentir de manera especial la llamada de Dios al sacerdocio; pero no la descubro plenamente, bien por falta de formación o bien por la comprensible incertidumbre y dudas típicas de la edad. Por entonces fui aparcando paulatinamente esa opción, pero no abandoné mi vinculación con la parroquia.
A pesar de las dudas, como comprendí más tarde, la llamada de Dios seguía ahí. Pasaron los años y me fui a Sevilla a cursar mis estudios de agente de desarrollo turístico; y en esa etapa, cuando uno nota que ha de tomar decisiones personales si quiere madurar, es cuando me planteo con más seriedad cuál sería mi verdadera vocación.
De hecho, decido entonces dar un paso más en mi vida espiritual, y participo a diario en la Misa, rezo el Santo Rosario, hago oración, regularizo la confesión, que tanto me ayuda. Y todo ello con la ayuda de mi párroco y de los sacerdotes del Opus Dei que conozco en aquel momento. Es entonces cuando por fin le digo que sí al Señor e ingreso en el Seminario de Sevilla con 20 años recién cumplidos.
¿Cuál fue la respuesta de su familia?
Tuve cierto temor al principio por la reacción que podrían tener mis padres, a pesar de que ya he comentado que pertenezco a una familia de creencias y convicciones católicas. Sin embargo, su respuesta hizo disipar ese temor, puesto que me apoyaron en todo momento. Creo, es lógico y bonito pensarlo así, que el Señor también fue preparando a mis padres para que yo descubriera mi vocación, de modo que en parte también se la debo a ellos.
¿Cómo fue su entrada en el Seminario de Sevilla?
La incorporación al seminario y los años posteriores en el mismo han sido muy enriquecedores, porque supone una enorme alegría, una auténtica fraternidad, compartir tu vocación con otros jóvenes que aspiran igual que tú al sacerdocio.
Me inicié poco a poco en la vida del seminario, en su plan de vida, en su disciplina y en su oración, y mantengo un entrañable recuerdo de todos los compañeros y de los formadores. Son grandes sacerdotes y grandes amigos.
Los años de Seminario culminan con su ordenación como diácono y su experiencia como tal en Arahal.
Así es. Fui ordenado diácono el 14 de septiembre del 2008 y destinado a la Parroquia de Santa María Magdalena de Arahal, donde el Señor me ha permitido ejercer mi ministerio del diaconado felizmente, junto a su párroco, al sacerdote coadjutor y a todas las almas de ese pueblo que llevó en mi corazón, porque ha sido un año entrañable para mi.
En Arahal ha podido volver a participar de la vida parroquial.
Allí he recuperado de nuevo con intensidad la vida de parroquia. Aunque durante el período de formación en el seminario colaboramos durante tres años con algunas parroquias, la experiencia es muy diferente. Cuando te destinan como diácono ya puedes participar en esa parroquia con la predicación de la palabra o con la administración de algunos sacramentos, por lo que el enriquecimiento espiritual y humano es mucho mayor.
Hace apenas unos días que ha sido ordenado sacerdote ¿Cómo han sido para usted estas primeras semanas?
El mismo día de mi ordenación, el pasado 13 de septiembre, ya lo viví intensamente con una emoción que nunca pensé que pudiera sentir. Desde ese momento todos los días han sido de acción de gracias al Señor, porque para mí ser sacerdote es lo mejor que me ha podido pasar en la vida. Es muy satisfactorio descubrir lo que Dios tiene pensado para cada uno: eso es lo que me ha pasado a mí, y por eso soy sacerdote.
Su primer destino como sacerdote es Mairena. ¿Qué le ha llamado la atención estos primeros días entre nosotros?
Tengo que reconocer que hasta ahora no había estado nunca en Mairena y que apenas conocía nada de vuestra, nuestra, localidad. Por eso quizás me ha impactado de manera especial la primera visita que hecho nada más llegar: el primer lugar al que me han llevado ha sido la Capilla del Cristo de la Cárcel, esa imagen que despierta tanta devoción, de la que me habían hablado pero que no conocía directamente. Encontrar también en esa Capilla, en esa primera visita a Mairena, al Santísimo expuesto ininterrumpidamente ha sido verdaderamente emocionante. Me ha dado mucha paz interior.
Quiero destacar y agradecer también el cariño y la acogida que me han demostrado en estos primeros días los maireneros, como lo demuestra, por ejemplo, el saludo amistoso y cordial de todas las personas con las que me he ido cruzando en la calle.
Como sacerdote ¿tiene alguna preferencia o deseo especial a la hora de ejercer su labor pastoral?
Mi ilusión y mi empeño como sacerdote en Mairena será colaborar con nuestro párroco, D. Ramón, y entregarme a todas las personas, en todo lo que necesiten. Quiero ser un buen sacerdote en la medida en la que, humildemente y con la ayuda del Señor, pueda serviros.
Evidentemente los sacerdotes tenemos que estar “para todo”: para atender a los enfermos, para aliviar a las personas necesitadas, para cuidar de la catequesis, etc.; pero en esa laboral pastoral sí desearía prestar atención a algunos aspectos que creo que son esenciales.
En primer lugar, deseo trabajar para que todos descubramos la necesidad y la importancia de la oración en la vida diaria del cristiano. Ya he podido percibir que Mairena es un pueblo que reza, es un pueblo piadoso, como lo demuestra la adoración diaria al Santísimo. Por eso quiero acompañar con mi oración a todas esas personas que rezan y que, gracias a esa fuerza, aspiran a la santidad en medio de este mundo, a través de su trabajo, de sus estudios, de sus ocupaciones diarias y, especialmente, a través de las familias católicas.
Otro de mis deseos, que ya he señalado con anterioridad, es el de continuar potenciando el Sacramento de la Penitencia. También he podido comprobar lo bien que se ha cuidado este sacramento en Mairena y cómo tantas personas se confiesan con frecuencia. Por ello espero poder estar muchas horas en el confesionario, para que todo mairenero que lo necesite encuentre un sacerdote de quien recibir el Sacramento del Perdón.
Y por, último, en este año sacerdotal que estamos celebrando, debemos promover las vocaciones al sacerdocio.
Desea trasmitir un mensaje final
Reiterarme en que recemos siempre, pero en este año dedicado a los sacerdotes más aún, por las vocaciones sacerdotales: hacen falta santas vocaciones para nuestra diócesis y para toda la Iglesia Universal. Que ofrezcamos pequeñas cosas de nuestro día a día por los sacerdotes y también lo hagamos en la tarea de apostolado que todos los cristianos tenemos, para que surjan así nuevas vocaciones.